martes, 29 de abril de 2014

Puerto de San Vicente I

La Plaza

A Puerto de San Vicente

Tuyos son el pino y el castaño,
el olivo y la encina
de lluvia estremecidos.

Tuyas las alamedas
donde florece el ruiseñor
y el mirlo alza su glorioso tirso.

Tuyo el añil coronado por las águilas,
el verdor radiante de los prados
y el alba que alumbran los balidos.

Tuyas las lunas entoldadas
de montunas fragancias
y el quejido del autillo.

Tuyos los cuentos a la lumbre,
el puchero y las castañas
de antiguos inviernos, ateridos.

Tuyas las segadoras manos,
las que sin tregua empuñaran
el arado y la azada, siglo tras siglo.

Tuya al fin, la esperanza renovada,
la savia  retoñada, que asciende
y florece en cada uno de tus hijos.

Alfonso Yuncar.


Vieja fachada

Detalle de la puerta

Resto de cobijas de corcho

La Iglesia

Detalle de la Iglesia

Campanario

 Antiguo edificio municipal

 Vista a dos calles

 Zaguán y doblado

Ventana enmarcada

 Felix Gómez, vecino

 Entrada con macetas

 Lirios

 Honorio Alcojor, vecino


Camino ajardinado

Mira quien ladra

 El jilguero

 Huerto

Huerto

Desbrozando el huerto

Teodosio, con su guadaña






viernes, 25 de abril de 2014

Retratos Infantiles y III




Idilio de Abril 
(Capítulo 29- Platero y yo. J.R. Jiménez)

Los niños han ido con Platero al arroyo de los chopos, y ahora lo traen trotando, entre juegos sin razón y risas desproporcionadas, todo cargado de flores amarillas. Allá abajo les ha llovido —aquella nube fugaz que veló el prado verde con sus hilos de oro y plata, en los que tembló, como en una lira de llanto, el arco iris—. Y sobre la empapada lana del asnucho, las campanillas mojadas gotean todavía.
¡Tarde equívoca de abril!... Los ojos brillantes y vivos de Platero copian toda la hora de sol y lluvia, en cuyo ocaso, sobre el campo de San Juan, se ve llover, deshilachada, otra nube rosa.

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lunes, 21 de abril de 2014

Retratos Infantiles II



EL HIJO

Ay hijo, sabes, sabes
de dónde vienes?

De un lago con gaviotas
blancas y hambrientas.

Junto al agua de invierno
ella y yo levantamos
una fogata roja
gastándonos los labios
de besarnos el alma,
echando al fuego todo,
quemándonos la vida.

Así llegaste al mundo.

Pero ella para verme
y para verte un día
atravesó los mares
y yo para abrazar
su pequeña cintura
toda la tierra anduve,
con guerras y montañas,
con arenas y espinas.
Así llegaste al mundo.

De tantos sitios vienes,
del agua y de la tierra,
del fuego y de la nieve,
de tan lejos caminas
hacia nosotros dos,
desde el amor terrible
que nos ha encadenado,
que queremos saber
cómo eres, qué nos dices,
porque tú sabes más
del mundo que te dimos.

Como una gran tormenta
sacudimos nosotros
el árbol de la vida
hasta las más ocultas
fibras de las raíces
y apareces ahora
cantando en el follaje,
en la más alta rama
que contigo alcanzamos.


Pablo Neruda.

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Año 1963