Teodoro Delgado,
el gran ilustrador de Campillo de La Jara
-Alfonso Yuncar-
Teodoro Delgado nació en Campillo de La
Jara. Sus padres, José Delgado y Andrea López vivían de una
tahona y una sala de baile. Un negocio que hacia 1918 era ya insuficiente para
mantener a una familia compuesta por los padres y seis hijos (cuatro varones y
dos hembras). Si a esta situación añadimos que la madre se hallaba seriamente
enferma, la idea de emigrar a Madrid surgió como una necesidad urgente. Emigrar
de La Jara por
falta de perspectivas ha sido una experiencia común para muchos de nosotros.
Así pues, no es difícil imaginar la dolorosa marcha de aquel matrimonio con su
prole, cargando sus enseres por las calles del Campillo, los abrazos de su
gente y el dolor por una vida que fácil o difícil despedían, para aventurarse
por nuevos derroteros.
Al poco de llegar a Madrid, muere la
madre y al padre no le queda otra alternativa que afrontar sólo la nueva
situación, luchando por sacar adelante a familia tan numerosa.
En una entrevista que la periodista
Pilar Trenas hace para ABC a Teodoro Delgado el año 1972, éste cuenta los
avatares de su infancia en aquel difícil Madrid de los años veinte. Según el
pintor, aquel niño de 11 años recién llegado a la ciudad, se vio obligado a buscar
trabajo y de un primer empleo de recadero, pasó a trabajar de botones en la
cervecería “El Oro del Rhin”. En este lugar su pasión por el dibujo le llevaría
a desatender con frecuencia su trabajo, hasta que harto el dueño del furtivo
artista, le despidió. Sin embargo en ese lugar se daban cita pintores como
Penagos, Bagaria, Enrique Ochoa y Pérez Durías, a quienes no les pasó
desapercibido el talento del muchacho, halagándole y dándole ánimos para que
perseverara en su afición. La simpatía de Pérez Durías hacia ‘Teodorillo’ le
llevará a tomarle como ayudante, un trabajo que sabrá aprovechar el aprendiz
para familiarizarse con los materiales y colores, observando su manejo por el
maestro y obteniendo a cambio alguna pequeña remuneración.
Como no podía pagarse una academia,
frecuentaba el Casón del Buen Retiro para aprender de los estudiantes que allí
practicaban. Su primer trabajo como dibujante aparece en la revista “La Risa “y no le pagarían por
él, pero éste y otros trabajos menores fueron suficientes para que José, el
padre, empezara a ver futuro en la afición del muchacho y por fin aceptara su
vocación. Con los consejos de Pérez Durías y la experiencia que va acumulando
consigue trabajo en una agencia de publicidad. Nuestro artista ya ha cumplido 17
años y su precoz habilidad se refleja en los carteles y anuncios que aparecen
en los periódicos de entonces. Cuando cumple los 19 ya dibuja con contrato en
‘Cartel’ y a paso rápido va conquistando un lugar destacado en el panorama de
la ilustración. Son decisivos en su trayectoria los premios conseguidos para el
cartel del “Baile de Máscaras” del Círculo de Bellas Artes de Madrid con
primeros premios durante los años 30, 31, 33 y 34, y en este último año su
progreso profesional le servirá para conseguir una colaboración asidua con la
revista “Blanco y Negro“.
Llega el momento de cumplir el servicio
militar y ha de marcharse a Barcelona. En esta ciudad trabaja para editoriales,
hace calendarios y dibuja etiquetas; pero Barcelona será una etapa más para un
artista ávido de conocer y de explorar nuevos horizontes. Su meta siguiente
será París, donde pronto halla trabajo en la Agencia Havas ,
ilustra historietas y dibuja figurines para las revistas de moda, pero su
desconocimiento del francés dificulta su adaptación y decide regresar a España,
dejando en aquel Paris de las vanguardias artísticas a tan valiosos amigos como
Sáenz de Tejada y Pérez Durías, los dos maestros que más influyeron en la
evolución de su dibujo.
Madrid volverá a ser el trampolín hacia nuevas
metas y nuevos paisajes. Como tantos emigrantes españoles de entonces, cruza el
charco y llega a América con estancias temporales en Méjico y Venezuela, para
concluir en Argentina, donde desarrolla una actividad frenética y duradera con
trabajos para diferentes medios y múltiples exposiciones. Los éxitos se suceden
hasta que la crisis financiera que sacude el país le obliga a volver a España.
Y llega la guerra civil. La familia de
artistas también se divide: del lado republicano los carteles de Bardasano,
Romeo y Renau, del otro, Sáenz de Tejada y Teodoro Delgado. Con enfoques
opuestos los cartelistas dejaran para la historia su testimonio militante y un
pintor excepcional como Picasso nos legará El Guernica, la obra más rotunda,
plena de expresividad y dramatismo sobre la misma tragedia.
Cuando la guerra termina, Delgado cuenta
33 años y sus colaboraciones se van abriendo paso poco a poco con trabajos para
ABC y Blanco y Negro, a la par que va recibiendo encargos para ilustrar cromos,
noticias deportivas y diversas revistas infantiles. Prepara su primera
exposición de pintura y en el año 1945 ilustra el libro “Trajes de España“, con
prólogo del Marqués de Lozoya y una crítica unánime que resalta la belleza y
perfección técnica de las 25 acuarelas que ilustran la obra. Ese mismo año, un
homenaje del Círculo de Bellas Artes de Madrid consagra con honores al artista,
un hombre en plena creatividad, que tiene a su cargo una
familia numerosa compuesta por su esposa Lola, la madre de ésta, viuda, y cinco
hijos.
En 1952 visita Suiza por segunda vez,
donde un nuevo experimento le llevará a decorar porcelanas de Rosenthal,
Limoges y Sebres con miniaturas de inspiración española que un crítico llegará
a comparar por su delicadeza y perfección con algunas pinturas de Fragonard.
En los años 60 ese optimismo y madurez
artística, quedarán reflejados en libros como Don Quijote, David Coperfield, El
Vientre de Paris y Los Novios, además de obras de Víctor Hugo, Balzac, Quevedo,
D’Amicis, Tolstoi o Shakespeare. Pero la gran obra de Teodoro Delgado será el
encargo de la editorial Edaf para ilustrar La Biblia y que supondrá para el artista el trabajo
intenso de todo un año (1966-67). Son 84 composiciones. Un esfuerzo colosal
reflejado en las magníficas escenas bíblicas, cuyos originales a la acuarela y
al temple se exponen en el Club Pueblo, para admiración de crítica y público
asistentes.
En los primeros 70, Teodoro sigue
experimentando, más dedicado ahora a sus oleos, con tres exposiciones anuales y
críticas de admiración general.
Si hacemos un balance, comprobamos la
importancia que tuvo nuestro artista en la ilustración española que va desde 1925 a 1978, medio siglo
pues de historia que Teodoro Delgado supo enriquecer con su arte. A su obra ilustrativa
hay que sumar su trabajo de pintor. Centenares de telas que vienen a sumar otro
mundo variopinto, que bebe en la tradición española con influencias del Goya
más romántico y colorista. Sus pinceles se apoyan en la solidez veterana del
dibujante para devolvernos imágenes rebosantes de luz y exquisita belleza que
se concretan en hermosos retratos y una iconografía poblada por payasos,
músicos, mendigos, bailarinas, toreros o esos aldeanos que habitan sus paisajes
mas líricos, con un punto de nostalgia infantil, tal vez retornando al niño del
Campillo de la Jara ,
el pueblo que le diera la primera luz y un trozo de yeso entre los dedos, para
llenar con sus primeros dibujos las losas de la entrada de la iglesia o los
lanchones del campo jareño.
Con 68 años y fraguando nuevos proyectos
le llega la muerte el 1 de Junio de 1975. Su pueblo natal, El Campillo de la Jara le dedicó una calle y un
cuadro suyo -donado por la familia- cuelga de las paredes del Ayuntamiento. En
el verano de 2010 los campillanos le tributaron un homenaje, al que tuve la
fortuna de asistir.
1) Las fotos familiares que
aparecen al final del reportaje son, 46-José Delgado y Andrea López, padres de
Teodoro. 47 y 47 a
Teodoro y Lola, entonces futura esposa.48 y 48 a fotos del artista, 49
libro sobre Teodoro Delgado y la foto nº 50 Teodoro Delgado con su esposa e hijos en 1949
Hoy os traemos un breve vídeo sobre los carteles de ambos bandos de la guerra. Para los más interesados podéis encontrar en Youtube vídeos de mayor duración.