A propósito,
sobre la costumbre de obsequiar a las recién paridas con chocolate, voy a
contaros un cuento que alguien de La Estrella me contó un día.
Tal como me
contaron el cuento, aquí lo cuento:
El zagal
que nunca había catado el chocolate.
Éranse una
vez tres pastores y un zagal, que a la sombra de un majano daban cuenta de su pobre
merienda. Terminada esta y para asombro del resto, uno de los pastores que
había sido padre recientemente sacó como postre media onza de chocolate, quizá
birlado a escondidas a la parienta.
El pobre
zagalillo que ni siquiera había tenido la oportunidad de olerlo en su
vida, rogó al pastor que le diera a
probar, aunque solo fuera una pizca. El pastor le contó que solo las mujeres
recién paridas gozaban de ese favor.
En burla
cómplice, los tres pastores idearon esta cruel broma: Que a cambio de catar el
chocolate el ignorante se prestara a
parir. Y como si eso fuera la cosa más natural, el zagal aceptó el trato.
El ignorante
siguiendo las indicaciones de los sádicos,
se tumbó con los pantalones bajados. El más bruto que ese día había cazado un
lagarto, se lo acercó a los genitales mientras los otros lo sujetaban de pies y
manos. Sobra contar detalles de la tortura sufrida por el pobre muchacho. Solo
apunto, que cuando los pastores rotos de risa se cansaron de la broma le dieron a probar un pellizco del chocolate. Luego, el que mejor simulaba seriedad le mostró el lagarto y le dijo:
-Mira zagal esta es la criatura que has
parido. ¿Te ha gustado el chocolate?
A lo que el
muchacho respondió mirando con ternura a los ojos del bicho:
-Hijo de mis entrañas / Ya lo decía mi
abuela / Que los dolores de un parto / Ni el mayor gusto recompensan.
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