El Corpus de Lagartera
Presentación:
El domingo 7 de junio nos acercamos a
Lagartera para disfrutar del Corpus, una fiesta que desde tiempo inmemorial
este pueblo celebra en una expresión de
arte y devoción. Las fotos que os mostramos son solo una muestra del esplendor
y colorido con que sus vecinos adornan sus calles en este día.
El Corpus-Platero y yo-Juan Ramón Jiménez.
Entrando por la calle de la Fuente, de
vuelta del huerto, las campanas, que ya habíamos oído tres veces desde los
Arroyos, conmueven, con su pregonera coronación de bronce, el blanco pueblo. Su
repique voltea y voltea entre el chispeante y estruendoso subir de los cohetes,
negros en el día, y la chillona metalería de la música.
La calle, recién encalada y ribeteada de
almagra, verdea toda, vestida de chopos y juncias. Lucen las ventanas colchas
de damasco granate, de percal amarillo, de celeste raso, y, donde hay luto, de
lana cándida, con cintas negras. Por las últimas casas, en la vuelta del
Porche, aparece, tarda, la Cruz de los espejos, que, entre los destellos del
Poniente, recoge ya la luz de los cirios rojos que lo gotean todo de rosa.
Lentamente pasa la procesión. La bandera carmín, y San Roque, Patrón de los
panaderos, cargado de tiernas roscas; la bandera glauca, y San Telmo, Patrón de
los marineros, con su navío de plata en las manos; la bandera gualda, y San
Isidro, Patrón de los labradores, con su yuntita de bueyes; y más banderas de
más colores, y más Santos, y luego, Santa Ana, dando lección a la Virgen niña,
y San José, pardo, y la Inmaculada, azul... Al fin, entre la Guardia Civil, la
Custodia, ornada de espigas granadas y de esmeraldinas uvas agraces su calada
platería, despaciosa en su nube celeste de incienso.
En la tarde que cae, se alza, limpio, el
latín andaluz de los salmos. El sol, ya rosa, quiebra su rayo bajo, que viene
por la calle del Río, en la cargazón de oro viejo de las dalmáticas y las capas
pluviales. Arriba, en derredor de la torre escarlata, sobre el ópalo terso de
la hora serena de junio, las palomas tejen sus altas guirnaldas de nieve
encendida...
Platero, en aquel hueco de silencio,
rebuzna. Y su mansedumbre se asocia con la campana, con el cohete, con el latín
y con la música de Modesto, que tornan al punto al claro misterio del día; y el
rebuzno se le endulza, altivo, y, rastrero, se le diviniza...
Una maravilla todos estos bordados.Visité a Lagartera la primera vez que vine a España
ResponderEliminargracias y besos