La Estrella. (Autorretrato en blanco y negro)
Alfonso Yuncar
El origen de mi nombre, según D. Fernando Jiménez de Gregorio se hallaría en la línea arábigo-bereber de Qastilya, Stella, Estella, El Estrella, hasta llegar aLa Estrella
de hoy; aunque, he de reconocer que La Estrella sin el apellido de La Jara me deja un tanto
huérfana, algo así como vaca que caminara sin cencerro.
Alfonso Yuncar
El origen de mi nombre, según D. Fernando Jiménez de Gregorio se hallaría en la línea arábigo-bereber de Qastilya, Stella, Estella, El Estrella, hasta llegar a
Casi
al comienzo de esta calle, una vieja torre con empinada escalera y el
campanario tapiado, resiste la embestida del crudo ladrillo. Lejana ya a su
antiguo uso, hoy hace las veces de
vivienda. En su patio interior invadido por la broza, quedan tres arcos
carpaneles. Varios escalones conducen a un sótano abovedado, recámara de un
gran aljibe que a modo de laguna subterránea se pierde entre arcos de ladrillo.
Escenario propicio a la leyenda popular que refiere secretos itinerarios y tesoros sumergidos.
En la plaza de La
Cañadilla , se encuentra la
fuente de El Caño. La fuente, coronada por una vieja Cruz de Calatrava,
abasteció de agua a los estrellanos hasta la canalización de Riofrío en los
años 60. Predominan aquí las casas de doble planta, a cuyas puertas, sus vecinas salen a coser labores de
lagartera, mientras los caños vierten el
agua a ningún cántaro, y el poyo del herrador es hoy pétreo recuerdo, mudo
homenaje al sinfín de caballerías que quebraron sus herraduras en la dura brega
campesina. También quedaron atrás los días de boda o fiesta, en que la plaza se
vestía de limpio, y la música sofocada del salón de Petronilo Yuncar, salía a
buscar con pasos de tango, bolero o pasodoble, el fresco de fuera.
¡¡Esta noche a las diez, títeres en la Cañadilla , si no quieren
vernos de pié, llévense su propia silla!! - Cantaba el pregón del desfile
titiritero, preludio a una noche serena, en que, los saltimbanquis con sus artimañas conseguirían
embaucar al mismo diablo. Una de aquellas noches, fui testigo de como un burro vengaba su secular maldición. Terminado su número,
Sandalio escapó del corro de risas y subido al poyo del herrador, levantó el rabo, y ante las
bobas miradas del respetable, se tiró un largo y bronco pedo, como solo de trompa.
El Poyo Largo (ya sin el poyo) fue
lugar de encuentro para jornaleros en
busca de trabajo. Plaza madrugadora con olor a churros y alboroque, que en días
de mercado volaba de pregón en pregón hasta concluir en el Calvario, donde el eco de las hortalizas llegadas
de Azutan, Alcaudete o Belvis se perdía Venero abajo o Peña del Águila arriba.
Otros vendedores comarcanos, los de borrico y romana voceaban sus productos de
calle en calle, frutos con olores y sabores que, ¡ay!, el “progreso” trocaría por las
simplezas de hoy.
Altozano es la calle de los miradores y de las cigüeñas. Fieles a su cita con el buen tiempo,
su llegada me reanima y anima a pegar un puntapié a mis achaques de vieja para responder a sus cigüeñiles crotoresos
con mi cantar: Cigüeña jareña / Extraña cucaña / Castañuelas, caña / Niña
ribereña / Soñando espadañas / Peñascales, rañas / Señora cigüeña. En el Nº 1 de
esta calle hay una casa que conserva la
portada adintelada con su escudo calatravo. El patio respira un aire conventual. Un gran laurel levanta por cima
de los muros sus ramas al sol y al piar
de los gorriatos. Patio noble este, puedo presumir que, hasta al más pequeño de
mis patios lo perfuma un limonero, naranjo o mandarino protegidos de los fríos
más crudos, por las sierras Buha y Ancha.
En La Plaza de La Cuesta , se alza una cruz que preside la recogida de las ramas de olivo el Domingo de
Ramos y el reencuentro procesional de La Pascua de Resurrección. Hubo una época en que las cuadrillas de cantaores y guitarras se citaban aquí, para
rivalizar en gracia e ingenio. A ellos
va dedicada mi jota: A la Plaza de La
Cuesta / llegó un borrico a cantar/ y a sus rebuznos y coces
/ llaman cantar y bailar.
Casa noble fue la de Los Caballeros de La Orden de Calatrava, que ocupa
una cercana manzana. Como mis recuerdos sobre ese periodo son ya pura
nebulosa, vuelvo a recurrir a los datos de nuestro ilustre D. Fernando Jiménez de
Gregorio, que fecha la presencia de la orden en nuestra tierra en documentos de 1296. El patio de la casa
conserva dos arcos góticos. El edificio que debió ser reformado en el siglo XVI, añadiría a la portada el escudo con morrión y la Cruz de Calatrava.
La plaza del Ayuntamiento con el edificio
remozado, es el lugar donde se celebran las fiestas mayores dedicadas a La Virgen de la Asunción y coincidentes
con el fin de la cosecha. Cosecha que daba fin a un largo y trabajoso proceso
siempre condicionado por el clima. Hubiera
resultado buen o mal año, el labrador bien
merecía la fiesta.
Hasta los años 70 el edificio municipal
incluía la escuela de niños. Entonces, los ríos, las montañas y los mares de
España encontraban su eco en la plaza. También los sones de rigor del
“Caralsol” pugnaban con el martilleo sobre el yunque de la fragua; y con el
recreo, la bandada de muchachos se unía a los chillones vaivenes de los
vencejos, en juegos como: El Quedo, la Peonza , la Colmena …
Mi Iglesia del siglo XVI dedicada a La Virgen de La Asunción , lo fue antes a Santa
María de La Estrella ,
según basa Cedillo en la inscripción hallada en un antiguo cáliz. El asentamiento
del templo sobre una meseta le ayuda a realzar su chato perfil. De estilo
gótico rural y distinguido, consta de: presbiterio, con un hermoso artesonado,
la nave central y el coro, sostenido éste por tres arcos (audaz el del medio). El
templo cuenta con dos hermosas puertas de estilo plateresco; la del Sol
orientada al mediodía, y la principal, que mira al caserío y a un paisaje de cerros
encadenados, que rematan los ajados
violetas de las sierras.
Tres badajazos me separan de mi anejo,
Fuentes. Su templo dedicado a San Juan Bautista combina belleza y sencillez en
armonía con el caserío, y sus campos, ribereños del Huso y del Cubilar guardan el eco trashumante de la vieja cañada jareña.
Aunque la emigración, es aún una herida abierta, he llegado a asumir la derrota y sus tristes despojos: el arado
trabado de herrumbre, el pozo cegado de broza,
el palomar hundido... Mis límites marcados por el horizonte no me impiden
adivinar: Que cualquier lugar reproduce el mundo. Que estos montes y rañas también
forman parte del espinazo del planeta. Que cada día escribe un nuevo renglón y
cada instante redibuja el paisaje. El tractor que ahora siembra la besana,
justifica el sudor de tantas vidas cumplidas, me da confianza en el futuro, y aunque, algo más sola, centenaria ya, aún, guardo para quién
me eche de menos, el olor fresco del surco, de las mieses y de las
tormentas.
Almendros nevados - años 90
Los quintos en San Blas - años 60
Jóvenes años 60
Calle de La Estación - años 60
Chimeneas
gracias por esas fotos antiguas, ya sabes que mi abuelo nacio en la calle de la iglesia al n° 10.
ResponderEliminarGracias tambien por la historia del pueblo que conocia un poco por aquellas que me contaste en el libro de Josiane